viernes, 10 de febrero de 2017

Capítulo 5 - La nada tiene prisa





Ganivet, el solitario de Brunnsparken
(Biografía novelada)

Tres  de la madrugada. Ramalazos de viento tajan las calles. Vivo pisando cristales  con los pies descalzos. La nada tiene prisa.

El 25 de enero de 1896 hice el viaje a Finlandia por ferrocarril a través de Berlín, Könisberg y San Petersburgo.

En Berlín – un cielo cruzado por catenarias negras,  el suelo rayado por raíces relucientes, vagones de madera y barracones rojos – conté más de cien uniformes diferentes y vi el bigotudo busto del káiser Guillermo II por todas partes.

Könisberg, sucia, silenciosa, anclada en el pasado desde que dejó de ser la capital de Prusia, me gustó más que Berlín. En el recuerdo, dos puntos rojos y temblones en los cristales de las gafas de un hombre sentado frente a mí cuando empiezo a fumar un puro,  un vendedor de periódicos voceando por el andén y un humo denso de una vieja locomotora.

En San Petersburgo la nieve cubría los árboles y los techos de las casas bajo un cielo lechoso. Mientra esperaba la salida del tren visité su museo, paseé en trineo por sus calles y me compré un “ruso” y un bonete de astracán.

Cuando ya  embarqué camino de Finlandia, leí en el tren un fragmento de Así habló Zaratustra y presentí que Nietzsche se solidarizaba conmigo:

‹‹ ¡Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el ruido de los grandes hombres y acribillado por los aguijones de los pequeños. El bosque y la roca saben callar dignamente contigo. Vuelve a ser igual que el árbol al que amas, el árbol de amplias ramas: silencioso y atento pende sobre el mar. Donde acaba la soledad, allí comienza el mercado; y donde comienza el mercado, allí comienzan también el ruido de los grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas ››

  Luego ojeé un periódico en  el que se destacaban dos noticias: la revuelta de las cigarreras de Sevilla y la incorporación a las tropas españolas en Cuba de la enfermera granadina doña Concepción Camacho de Morales. Como el viaje es lento, aunque el tiempo tiene prisa, me entretuve intentando adivinar el sentido oculto de un cuadrado mágico que había encontrado Amelia entre los materiales de construcción amontonados en la Sagrada Familia de Barcelona:

  1               14              14              4
11                7                 6              9
  8               10              10              5
13                2                 3            15      

Estaba claro que 33 era el resultado de todas las sumas horizontales y verticales. Acabo de cumplir los 30 años, así que me faltan algo más de dos para cumplir la magia marcada en el cuadrado.   



                                          Cuadrado mágico en la Sagrada Familia de Barcelona
  
Cuando llegué a la capital finlandesa, después del largo viaje, lo primero que hice fue tomar un baño en un establecimiento servido por jovencitas. Una de ellas me desnudó, me llevó a la pila, y como si fuera un niño recién nacido, me enjabonó, me lavó y me fregó de pies a cabeza sin omitir detalle. Luego me hizo pasar por una serie de duchas frías y calientes, me frotó y cuando reaccioné me ayudó a vestirme.

Este oficio se reserva a las mujeres que ganan con él el pan de cada día. Estas jóvenes ocupan el más bajo lugar en el escalafón de las mujeres trabajadoras en Finlandia. Supe unas semanas después que muchas mujeres viven solas, trabajan en oficinas, estudian o dan clases de idiomas, de música, de pintura. La “kvinna”, la mujer finlandesa, mantiene el señorío sobre su persona. A mí estas mujeres me encogen. Son ellas las que proponen el juego amoroso- el kaerlek-  cuando quieren, pues su corazón les funciona como un cronómetro.

Comienzan por hablar mal de los hombres, luego se compran una bicicleta y por último se cortan el pelo. A mí estas mujeres me descolocan. En España tardaremos por lo menos un siglo en alcanzar este tipo de féminas.

No fue la “kvinna”, la mujer, lo que más me angustió en Finlandia, sino la falta de sol. Da más luz el suelo nevado que el cielo gris. A veces una mancha rojiza marca un punto en el cielo por donde el sol quiere asomarse.

Cuando llegué, los campos, los lagos, el mar, todo estaba sepultado bajo la nieve. En el paisaje silencioso el hombre pasa sin dejar rastro alguno. El espíritu triste del país vaga solitario sobre planicies blancas, inacabables, sin hallar refugio alguno donde acogerse. Hay un periodo pequeño de vida cuando llega el verano y otro de muerte el resto del año; en la lucha entre ambos es la muerte la que triunfa siempre. Cuando empieza a caer la nieve, la breve vida estival se desvanece dejando tras de sí los árboles convertidos en mudos esqueletos.

Pasé muy mal los primeros días en Helsingfors. Me sentí totalmente solo a cuarenta grados bajo cero y llegué a sentir pánico de tanta soledad. La ciudad me pareció algo así como Granada, un poco más fría que Amberes, pero sin lluvia.

Había que marchar siempre en trineo a causa de la nieve. La ciudad me pareció un primor con cada palacio que despatarra.

Me instalé en el 21 de Nicolaigatan para después marchar a Brunnsparken, que es lo mejor de la ciudad. Busqué una casa en un sitio elegido para vivir en una especie de Alhambra, en un bosque rodeado de mar y sembrado de chalets de madera, montados sobre una planta baja imitando roca.

Me costó aclimatarme y no tuve tranquilidad de ánimo para emprender nada hasta pasado cierto tiempo. Brunnsparken se convirtió en un bosque muerto a la orilla de un mar, no sólo muerto, sino enterrado bajo montañas de nieve. Desde mi ventana miraba la blancura muerta, caricia blanca para mis ojos, bajo horribles huracanes que parecían anunciadores del juicio final. A cada momento me figuraba que las casas iban a salir volando arrancadas de patillas.

En Finlandia viví una suerte de sueño aletargado como reptil en digestión. ¡Cómo llenarte soledad, sino contigo misma! El tiempo corrió veloz y yo sentí una no discernida felicidad hasta que el sol de medianoche hizo los días interminablemente embriagadores. Sólo alumbraron mi espíritu las auroras boreales, amaneceres policromados arrastrados por el viento del Norte, paletas de colores deslumbrantes en el horizonte.

En Brunnsparken creé toda mi obra. Mi sensibilidad y mi espíritu se adelgazaron, se depuraron entre las mil blancuras del infierno helado. El tiempo se condensó y yo pude inmacular mi alma para ofrecer al mundo lo mejor de mí.

Y ocurrió así porque la muerte es fecunda y crea la vida, y yo llevé en Brunnsparken la muerte absoluta dentro de mi espíritu y me vi obligado a trabajar, porque teniendo ya ideas de vida, que siempre son pequeñas y miserables, creé con ideas de muerte que son amplias y nobles.

Así mi obra fue naciendo entre el cándido blanco, el albor níveo, el blancuzco y el blanquecino, entre el albor cano, el nacarado, el perlino, el plateado y el lactescente horizonte del Báltico.

Y nació Granada la bella, el primer tratado de estética urbanística y ciudadana, y proyecté el Libro de Granada para que participaran mis amigos de la Cofradía del Avellano, y concluí La conquista del reino de Maya y resucité el Madrid de la calle Tetuán 15 y vieron la luz Los trabajos del infatigable creador Pío Cid y comencé el proyecto de muerte, de mi muerte, en la obra de teatro El escultor de su alma, que no creo ver representada nunca, y quise yo solo levantar España y como un estadista borracho, lejano, organicé todo un programa político para la salvación de los míos, y mandé a Granada para publicar en “El Defensor de Granada” mi Idearium  y entrecrucé opiniones con mi amigo Miguel de Unamuno y publicamos El porvenir de España y hablé a mis amigos de literatura nórdica y les mandé Los hombres del Norte y les conté mi visión de estas tierras y de su sociología sorprendente para mí en Cartas finlandesas.

En este invierno helado exprimí mis entrañas y mi obra nació de la blancura de Suomi, cuando las tierras ocultaban sus heridas con nieve bálsamo.

Me sentí feliz en Brunnsparken cuando en el verano del 96 llegó Amelia con mi hijo. Paseábamos por Parkgatan, recorríamos Puistokaku y desde aquí bajando hasta Vasta Allen, muy cerca de Ehrenströmsv, contemplábamos el mar. Una vida nueva removía su sangre azul y renacía de su sepultura blanca el corazón nuevo que impulsaba la vida. Al atardecer, entre dos luces, el Báltico se ajedrezaba con el negro profundo y el blanco de las olas.

Brunnsparken
Hay un hombre junto a un jardincillo
que toca el acordeón.
Unas mujeres le arrojan unas monedas.
Llueve plácidamente…
Vasta  Allen me sabe a Granada.
Una vieja se acurruca en un portal
y extiende una mano.
En cada árbol renace la vida.
Yo, yo mismo, yo íngrimamente mismo,
quiero hoy veintidós de junio de 1896
dejar constancia de mí.

Escribí esto en un cuadernillo que llevo siempre. Brunnsparken estaba precioso el verano del 96; también Granada debía estar inmensamente hermosa.

Contemplábamos el sol de medianoche. Teníamos que correr las gruesas cortinas negras de toda la casa para simular la noche. Cuando vi a mi hijo dormido, sentí el paso de los días como un inmenso pez de plata que escapaba de entre  mis manos y me dolió el mordisco en el corazón del jabalí del tiempo.  Lo miré y casi susurré una oración:


Porque apenas recuerdo ya tu edad
y tienes dos años, cuatro, cinco, quince,
casi cuarenta años, y te me has perdido…
¡Una red pescadores del Báltico,
que se me escapa el tiempo!



                                             Aurora boreal en Finlandia



Cuando Amelia y Ángel Tristán se durmieron volví a leer los poemas a Mascha:

Belle princesse aux cheveux d´or
languisante dans cette tour maure
à l´Alhambra de Grenade
écoute ma serénade:
Je suis un pauvre troubadour
qui vague errant par le monde
aux pieds de blessures profondes
au coeur des souffrances d´amour [1]



         A Mascha la descubrí al leer en un rincón del diario sueco Hufvundstadsbladet un anuncio:
Enseñanza práctica de alemán, inglés y ruso, será dada por M. Bergmann de Djakoffsky, Brunsparken-22, de cuatro a cinco.

         Mi profesora rubia me enloqueció de amor desde la primera clase; le dirigí cartas incendiarias, pero mi fuego chocó siempre contra su fría inteligencia. Acordé repasar con ella el alemán que casi dominaba y aprender sueco y ruso para manejarme mejor en la ciudad.



                                       Retrato de Mascha Djakoffsky

         Mascha era bellísima en el género rubio, pero más seria que un chavo de especias. A mí me tenía por loco y no iba muy descaminada. Me consideraba una especie de Quijote, pues no podía comprender que un hombre fuera idealista y, al mismo tiempo, cometiera barbaridades y chiquilladas.

         Pocos días después de mi llegada a Helsinki, la conocí. Aquella  madrugada, en soledad, temeroso de mí mismo, escribí:

          J´ai connu une femme étrange, de bonté si cruelle
         qu´elle aimait délivrer de leur cage les oiseaux
         mais qui avec quelques coups secs de ciseaux
         devant de les lâcher elle leur coupait les ailes.
                   (…)
         Su traducción al español no me satisfizo tanto como la versión francesa original:
         Yo he conocido a una mujer extraña, de bondad tan cruel
         a la que le gustaba liberar de su jaula a los pájaros
         pero que con algunos golpes secos de tijera
         antes de dejarlos (en libertad) les cortaba las alas.
         (…)
         Acordé, pues, escribir en francés el librillo Pensés mélancoliques et sauvages (Pensamientos melancólicos y salvajes). El ritmo de la lengua francesa y el pensamiento interior adquirido de la misma me facilitaban expresar mejor mis sentimientos.

         Cuando Mascha abandonó Helsingfors, yo sentí mi segunda derrota, y pedí el tralado al consulado de Riga en Rusia, porque sin verla no merecía la pena vivir.

         Escribí a Nicolás María y le dije que era simple amistad, sin mezcla de deseos impuros, la relación sostenida con la joven rusa, tipo rarísimo de mujer rubia, de nariz respingona y de mirada limpia y curiosa. Mentí, la deseé ardientemente:

         Je m´accuse devant toi très humblement
         d´un mal que j´ai t´ai fait; j´étais dormi
         et je t´ai vue comme Eve au Paradis
         et je t´ai mordue toute et t´ai fait du sang.

         No era inocente lo escrito:

         Yo me acuso ante ti muy humildemente
         de un daño que te he hecho; estaba dormido
         y te he visto como Eva en el Paraíso
         y te he mordido toda hasta hacerte sangrar.

         Recuerdo parte de la carta  a mi amigo: “Creo, Nicolás, que no soy malo, pero intuyo que alguien tuvo la culpa del hiperdesarrollo de mi cerebro reptiliano, del infradesarrollo de mi cerebro límbico y de cierta “normalidad” en el racional. Dicho de otra manera, Nicolás, mi cerebro animal supera con creces a mi cerebro emocional y racional”. Los encargados de repartir los chips cerebrales que vaya usted a saber quiénes son, a veces no calculan bien y te animalizan más de la cuenta o te racionalizan un poco más de lo debido. El pecado original, que de original creo que no tuvo nada, no fue más que un exceso de cerebro reptiliano necesario para repoblar la granja azul, después del meditado y programado desahucio bíblico.

Todavía no puedo comprender lo que me ocurrió con aquel bichejo rubio. Mis ojos, mis oídos, me hicieron conocer a Jonás Lie, a Bjornsterne Björrnson, a Henrik Ibsen, a Arne Garborg, a J. Vilhem y a Knut Hamsun.

Todos ellos son admirables, porque ella mágicamente me los dio a conocer. Todos ellos no son más que una: Mascha Lie, Mascha Björnson, Mascha Ibsen, Mascha Garborg, Mascha Vilhem, Mascha Hamsun. Mascha… Mascha… Mascha… Mascha…

A la catalana-cubana Amelia Roldán que me conocía y me permitía - como compensación de las suyas - mis continuas debilidades, no le gustó en absoluto mi enamoramiento (por ahí no pasaba) y por eso me visita  ahora con mayor frecuencia acompañada de mi hijo.

El desamor de Mascha me hizo pensar en pedir un nuevo destino y abandonar la ciudad, pero mi mejor yo quedó en Brunnsparken, entre el viento huracanado, el frío glacial y el Báltico.







[1] Bella princesa de cabellos de oro / languideciendo en esta torre mora / en la Alhambra de Granada /
Escucha mi serenata: / yo soy un pobre trovador / que vaga errante por el mundo / con los pies con heridas profundas / y el corazón (lleno) de sufrimientos amorosos.

8 comentarios:

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  2. En Brunnsparken creé toda mi obra. Mi sensibilidad y mi espíritu se adelgazaron, se depuraron entre las mil blancuras del infierno helado de Finlandia. El tiempo se condensó y yo pude inmacular mi alma para ofrecer al mundo lo mejor de mí.

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  3. Mascha Djakoffsky contrajo cuatro veces matrimonio. Consecutivamente fue señora de Peter Bergmann, señora del publicista Wentzel Hagelstam, señora del artista Von Heiroth y señora de Travers-Bogstrom.

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  4. Sin nostalgia no hay escritor. En Helsinki, Ganivet escribe siempre pensando en Granada.

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  5. En Helsinki la enfermedad comienza a manifestarse con síntomas terroríficos: da saltos en la cama, como si sintiese en su espina dorsal escalofríos de pez.No puede contener sus muecas.Se siente perseguido. Son los gestos grotescos de la incipiente locura.

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  6. Sólo alumbraron mi espíritu las auroras boreales, amaneceres policromados arrastrados por el viento del Norte, paletas de colores deslumbrantes en el horizonte.

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  7. Ganivet era quien presidía la granadina Cofradía del Avellano, un pre-98 que se reunía en la fuente del Avellano de la que la cofradía tomó el nombre.

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