(Biografía novelada)
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Capítulo 4 (1.ª parte)
Midnatt[1].
El
viento, estornudo del diablo, silba amenazante por toda la casa.
El once de julio de 1892 tomé posesión del cargo de Vicecónsul en Amberes. Mi perfecto dominio del francés y del alemán me ayudaron a conseguir el trabajo del que ya podría vivir sin vaciarle los bolsillos a mi madre. Ganaba mensualmente 308 francos belgas más 30 o 50 de pago de derechos.
Recuerdo mis paseos por Amberes, sombrero negro, bastón para aliviar mi levísima cojera, paraguas y una pipa grande. Las ciudades son libros que se leen con los pies. Durante la feria, en sus celebérrimos bailes se dieron cita todas las gorrionas del país. Mientras duró, la ciudad fue centro de las cocottes de todos los precios que te convertían en Tenorio por poco dinero. Hasta tuve ocasión de contemplar la famosa danza serpentina con un grupo de marineros amigos, que me invitaban a comer arroz en sus barcos en el puerto. Cuadros de prostitución y socaliñas, bailar no se podía, andar tampoco. Entrada cinco francos, robo obligatorio como en todas las Exposiciones Universales organizadas, un engaño con un fondo musical mareante de organillos de vapor entre un frangollo de tiendas de quincallería, galerías, museos, teatruchos, pabellones y mil tonterías más. Los restaurantes no son más que comedores de patatas fritas con un poco de sal. Un fraude.
Recuerdo mis paseos por Amberes, sombrero negro, bastón para aliviar mi levísima cojera, paraguas y una pipa grande. Las ciudades son libros que se leen con los pies. Durante la feria, en sus celebérrimos bailes se dieron cita todas las gorrionas del país. Mientras duró, la ciudad fue centro de las cocottes de todos los precios que te convertían en Tenorio por poco dinero. Hasta tuve ocasión de contemplar la famosa danza serpentina con un grupo de marineros amigos, que me invitaban a comer arroz en sus barcos en el puerto. Cuadros de prostitución y socaliñas, bailar no se podía, andar tampoco. Entrada cinco francos, robo obligatorio como en todas las Exposiciones Universales organizadas, un engaño con un fondo musical mareante de organillos de vapor entre un frangollo de tiendas de quincallería, galerías, museos, teatruchos, pabellones y mil tonterías más. Los restaurantes no son más que comedores de patatas fritas con un poco de sal. Un fraude.
Abandoné las instalaciones del ferial y
paseé por el casco antiguo de la ciudad, un barrio de casas pobres que rodean
la catedral, casas de fachada puntiaguda, de las que llaman de piñón o
españolas que me hicieron recordar el pasado glorioso de nuestros tercios[2].
Crucé la espaciosa plaza donde está la
estatua de Rubens y me detuve en la plazoleta junto al pozo del herrero-pintor
Quentin Metsys[3].
La plaza y las calles que desembocan en ella eran el refugio de los pobres que
en bandadas llegaban a la ciudad durante la Kermesse[4].
Estatua de Rubens
Legiones de mendigos, adiestrados en la
Universidad de la calle, de todo tipo y condición: descamisados, pícaros,
gorrones, bribones de la sopa, pordioseros, mancos de relucientes muñones, pedigüeños que te tiraban de la manga abrumándote con sus quejas, zampalimosnas, pobres columpiados en muletas, alquilaniños, sopladores de
flauta, pobres de acordeón, pobres a salto de mata que instintivamente
extendían la mano cuando pasabas, pobres pandilleros – ínfimo grado de la
hiperinopia – arracimados en un rincón mientras untaban de mantequilla un bollo
de pan con el cuchillo de sus manos sucias.
Me atreví a mirar entre ellos. Un
pilluelo renegrido, sucio, dormía en el suelo. Acostumbro, por convicción más
que por carácter, a mostrar dureza ante el espectáculo de la miseria del
hombre, pero en aquella ocasión se desbordó mi paternal cuidado y, en la
soledad de Amberes, escribí en un papel que aún guardo
en el bolsillo del abrigo:
Niño mendigo,
no es placidez tu sueño,
sino derrota.
Muñeco roto, renegrido, triste,
no eres el rey de los tuyos,
sólo, el alférez portador
de una bandera de miseria
en el cauce profundo de la calle.
Una de las actividades con que contó la
Kermesse fue la organización de conferencias acerca de `Los nuevos inventos de
la Era del Progreso´. Yo aunque no soy partidario de casi ninguna supuesta invención
si no es midiendo lo que nos trae y lo que nos quita, sí me informo de todo lo
que desconozco. Cuando hablaron del automóvil,
asistí interesadísimo.
“…
la idea de conseguir un vehículo capaz de moverse por sí mismo, prescindiendo,
por tanto, de la tracción animal, es muy remota, pero su realización no ha sido
posible hasta fechas muy recientes. Las primeras soluciones que se imaginaron
para viajar sin caballos debieron ser poco prácticas: así sustituir la tracción
animal por la fuerza humana mediante individuos situados en el interior del
vehículo que movían algún mecanismo, y la aplicación del sistema de los relojes
de cuerda, o un procedimiento mixto de ambos… y blablablá, blablablá,
blablabá”.
El conferenciante, un hombre de unos
cuarenta años, de mediana estatura, mordido en la sien por una considerable
calvicie, estaba en su mundo. De pie, apoyaba un montón de cuartillas en un
lujoso atril de bronce reluciente que reproducía en el centro la estrella de
David.
Pozo de Quentin Metsys
El aburrimiento me provoca en esas
situaciones una huida del mundo real y me dedico entonces a bautizar a los
personajes. Luego el mecanismo al que he dado cuerda comienza a funcionar a su
pesar. Así que contemplé más cercano a Monsieur Voiture[5].
Voiture seguía cascando. El gordo que
ocupaba el asiento de mi derecha se había dormido. Tenía cruzadas las manos
sobre la barriga. De vez en cuando intentaba liberarse de la duermevela y abría
los ojos que se situaban a medio camino entre los de un borracho y los de un
cordero degollado.
Volvía a dormirse, remataba de cabeza el
invisible balón del sueño, se inclinaba a la derecha buscando un hombro amigo
que no encontraba, casi daba con la oreja en el suelo, se reanimaba, pero la
espada del sueño fue más poderosa y acabó decapitado en el brazo del banco.
Herr Dick[6]
estaba en la gloria.
El conferenciante insistía en que iba a
ser breve… ¡No te creas nunca a un conferenciante que diga que va a ser breve! En
la presidencia un hombre grueso, pequeño, meticulosamente aseado, con el
chaleco apretadísimo `en prevengan´[7] a
punto de reventar y de disparar los botones sobre los sufridos oyentes,
tamborileaba en el brazo del sillón mientras bullía en el terciopelo rojo y
balanceaba las cortas piernas en el aire.
Míster Small[8]
estaba atropellado por el dichoso automóvil, deseando llegar al final del
trayecto.
“…
en 1748, J. Vaucanson hizo maniobrar delante de Luis XV de Francia una carroza
movida mediante resortes de relojería…”
Los ojos grises apagados de la vecina de
Small se iluminaron al oír relojería y carroza, perdiéndose en el oscuro
sendero del lujo. La señora vestida de rosa, gruesa de ópera, cariapavada,
estaba en el mejor de los sueños, posiblemente en la carroza, acompañada del
galante monsieur Voiture.
El sonoro ñaaaaaá de la puerta de un
desertor que buscaba la libertad fuera de la sala, hizo reaccionar a la señora
Wardatun[9]
que imaginé que bajaba ¡plof! de la carroza y que veía llena la sala, no de
personas, sino de vivos y nerviosos ratones.
Junto a la señora Wardatun, Herr Eulen[10]
dibujaba en un papel prismas, pirámides, cilindros. Copiaba alguna palabra de
las que pronunciaba el conferenciante. Intermitentemente observaba a Mr.
Voiture y hacía gestos de aprobación con la cabeza. Yo tenía la seguridad de
que Herr Eulen no se enteraba de nada, a pesar de que, fruncido el ceño, con
los ojos muy abiertos, a contrasueño, decía mecánicamente que sí.
“…
el primer coche de vapor que circuló en Estados Unidos, lo construyó R. Funes
en 1782. Se debe al estadounidense S. Morey, el primer motor para combustible
líquido…”
Llegado a este punto, Herr Dick,
completamente abatido, resoplaba felizmente en un paraíso automovilístico, en
el que él mismo ponía el motor del ronquido.
Ya no pude más y abandoné la sala de
conferencias, pensando que entre el tal Morey, la feliz idea de destrozar todo
el centro de la ciudad de Granada y la idea de acabar con las casas para venderte
costosas parcelas de nada llamadas pisos, nos iban a timar definitivamente. De
esta forma los bajos comerciales ocuparían la planta baja y a los vecinos los
alzarían para pasar el asfixiante calor del verano a los pisos siguientes. Mi amigo Nicolás María me
contó que el 25 de agosto de 1895 se constituyó en Granada una sociedad anónima
llamada “La Reformadora Granadina” que ofreció al arzobispo de la ciudad dar
los tres primeros picotazos con piqueta de plata en la primera casa que iba a
ser derruida. Entre pillos anda el juego: constructores y curas. El proyecto
con nombre y todo “Gran Vía de Colón” tendría 800 metros de longitud y 20 de
anchura.
El coche, el piso y el consumo convertirían la ciudad en una noria sucia de chapa acelerada y el casamiento
dejaría de serlo para convertirse en “pisamiento”. Los arquitectos ya no son
hombres de ciencia, se han convertido en acomodadores. Mirad cómo un extranjero
da lecciones de buen gusto a los granadinos. Un extranjero que fija su
residencia en Granada vivirá en un carmen[11] o
en una casa que tenga algo de carmen. Llegará el día que se hará preciso vivir
contra la ciudad, protegidos del ruido con doble acristalamiento en las
ventanas como pez esclavizado en acuario. Entonces los avispados de siempre te
venderán parcelitas en el campo. La transformación económica lleva siempre a la
transformación psicológica. Así no merecía la pena haber inventado nada. ¡No me
gusta el trote que está pillando la mula! Se dibuja un futuro de hecatombe que
propiciarán el coche y el piso. Los relojes acelerarán el pulso ante el monstruo
metálico de la ciudad. Por lo visto no habrá salida, incluso tendremos que pintar a pistola el ajetreado corazón.
En ese momento planeé escribir un libro
de urbanismo para enseñar a los granadinos cómo se organiza una ciudad. Había
leído una novelita romántica que compré en Brujas, titulada `Brujas la muerta´, obra de un
periodista, abogado, escritor y poeta belga llamado Georges Rodenbach y el título, me podría
servir : `Granada la bella´.
La casta política no comprende que es
preciso primero tener una idea aproximada de lo que quiere hacerse para después
llevarla a cabo, es decir, no hay Renacimiento sin Humanismo previo. En España
no se piensa así, no se piensa de esta manera, definitivamente, no se piensa…
Necesitamos maquinistas, electricistas, obreros mecánicos; pero eso no te
obliga a destruir nada, una cosa nueva no lleva a la destrucción de una vieja
institución. No hay que destruir nada, lo que no sirve ya se cae sin que le
empujen. En España han creado cátedras de gimnasia a expensas del latín y del griego. Se
crearán, tiempo al tiempo, escuelas de telefonía para acabar con las Facultades
de Filosofía.
Le conté a mi amigo Navarro Ledesma que
a Serra, el cónsul, lo han empapelado por lo de siempre, se acostumbran con
rapidez a meter la mano en la caja. Desde el primer día vi que no era trigo limpio. Recibo de vez en cuando a Amelia que se
recupera con dificultad del tifus. Ha venido pelona y pidiendo perdón pues sabe
que sé de sus devaneos amorosos en Barcelona. La acompaña su madre. Mientras
estamos los tres, comemos fuera. Como no estoy acostumbrado a comer tanto, me
empapucio[12]
y al día siguiente no me encuentro bien. Estas dos me desequilibran el
presupuesto. Además le he tenido que comprar a mi mujer una perrita, el ser más inteligente que he encontrado entre los belgas. He
comprado un infiernillo y cuando estoy solo almuerzo en mi habitación a ver si
ahorro algo. No se puede estar gastando siempre, uva a uva se comió un grajo
una viña. Ser generoso mengua la generosidad. Buda lo dijo al revés: " Si añades un poco a lo poco y lo haces con frecuencia, pronto poco llegará a ser mucho".
Mis relaciones con el cónsul siempre
han sido medianejas, menos mal que lo largan: leía todo lo que yo escribía, incluso
me abría las cartas, era más curioso que una mosca verde y lo de la suegra no
tenía precio, se le ocurrió que en la oficina no se fumara porque a la buena
señora le molestaba el humo. ¡La cojonación!
Sin embargo, no todo fue derrota en
Amberes. Comencé allí a escribir mi novela sobre Pío Cid, estudié inglés pues
quería ir de cónsul a Cardiff o a Nueva York, seguí perfeccionando el alemán y
alquilé un piano en el que tocaba muchas horas. Leí la Historia de la Literatura Inglesa de Taine, los once volúmenes de
la Historia del Pueblo de Israel. Toda la obra de Dickens, la de Galdós y la Biblia me acompañaron
siempre. No hay un solo escritor en el mundo que llegue a serlo si no se
acompaña siempre de la Biblia, con independencia de sus creencias o supersticiones.
Me levantaba a las siete de la mañana y leía hasta las nueve. Luego iba al
Consulado de diez a doce y después visitaba el puerto en el que algunos barcos
cargaban armas para la guerra de Melilla.
Por la tarde, volvía al papeleo, de cuatro a seis. Luego cocinaba algo
en el infiernillo y escribía... En la noche - a veces no comprendo por qué la noche no se acaba nunca - sonaban de vez en cuando las sirenas de los cargueros del puerto cercano. Adelgacé
mi espíritu.
Conocí todos los lugares cercanos a
Amberes: Bruselas, Gante, Lieja, Brujas. También recorrí Holanda. En tres días
visité Rotterdam, La Haya, Leyden, Amsterdam y Utrech. Sin embargo, mi pueblecito preferido al que acudo con frecuencia es Oude God (Viejo Dios) a poco más de ocho kilómetros del centro de la ciudad del Escalda.
En Brujas, recordé la conversación con
su madre después de haberme negado por enésima vez a casarme.
- No me diga que espera que me case con
ella
- ¿No es normal?
- No estoy preparado para el matrimonio;
además ella tiene demasiado talento, es demasiado hermosa y demasiado libre.
- ¿Sabes que está de nuevo embarazada?
- Bueno, pues os vais otra vez a París al 220 del faubourg
Saint- Denis.
-
Entonces, ¿no piensas casarte nunca?
-
Es probable. Un home casado nin muller é.
- Yo no soy mujer de estudios, pero puedo
decirte que cuando una mujer y un hombre se gustan, se unen y no se
quedan parados analizándose continuamente.
- Hoy, a Dios gracias, hemos progresado
emocionalmente y hay un modo inteligente de enfocar el matrimonio.
- Ahora se analiza tanto que no se
distingue entre una relación amorosa y unas oposiciones a un Ministerio. Mi
marido y yo no compartíamos las mismas ideas, pero no dejamos de amarnos ni un
solo momento.
-
Eso es estupendo. Por favor, ¿quiere
prepararme un bocadillo?
-
Ahora te lo hago. Le pondré un poco de
sentido común al pan.
Estaba
claro que la de Matanzas[13] y
yo nos comprendíamos escasamente. ¡Menudo `parraque´ [14] tenía la señora!
Las
lecturas y los viajes los alterné con la música y el teatro. Vi varias veces
Tristán e Isolda de Wagner y me enamoró el personaje y el nombre. Cuando nazca
el niño lo llamaré Ángel Tristán.
No
quise tomar profesor de música porque más que deseo de aprender, lo tengo de
aprender solo, además ya tenía muchos años para sujetarme a reglas de maestros,
cuando yo puedo hacerlo solo. Todo es cuestión de paciencia.
Pensaba
que mi ciudad podría ayudarme, porque Granada está llena de música, es una
ciudad para la música. El agua es música en los surtidores, en las fuentes, en
los aljibes, en las albercas; música contenida en los tajamares[15],
ritmo blanco en los veneros y hervideros de la sierra, canto misterioso en las
alfaguaras, acompasada música en los pilares, música violenta de los bueyes de
agua[16],
misteriosas músicas en los hammámuns[17]
de la Alhambra, deslizantes músicas en las tazas de mármol de las fuentes,
música en flor de los estanques…
Cuando se oculta el agua, músicos callejeros suplen el ritmo rumoroso del murmullo: músicos en el torrente del Zacatín, a veces bajo la lluvia músicos de acordeón acompasan sones aquietados por los tilos vigilantes en la plaza de Bib-Rambla, música de sol y losa sonora en las Pasiegas de pequeñas orquestinas instaladas ante la puerta del Sagrario, música de leyendas que sabe a Maese Pérez en el órgano de la Catedral durante la misa mayor... Música, siempre música... Granada es una ciudad aromada de música.
Cuando se oculta el agua, músicos callejeros suplen el ritmo rumoroso del murmullo: músicos en el torrente del Zacatín, a veces bajo la lluvia músicos de acordeón acompasan sones aquietados por los tilos vigilantes en la plaza de Bib-Rambla, música de sol y losa sonora en las Pasiegas de pequeñas orquestinas instaladas ante la puerta del Sagrario, música de leyendas que sabe a Maese Pérez en el órgano de la Catedral durante la misa mayor... Música, siempre música... Granada es una ciudad aromada de música.
[1] Midnatt:
en alemán significa medianoche. Han pasado nueve horas desde que Ganivet
comenzó su monólogo interior en Hagemberg.
[2] Unidad
militar del Ejército español en el Imperio de los Austrias.
[3]
Cuenta la leyenda que el herrero Quentin Metsys se enamoró de la hija de un
pintor y este no aprobaba su relación. Entonces el joven Quentin pintó una
mosca tan real en uno de los cuadros del padre de su enamorada que le hizo cambiar
de idea convirtiéndose así en su yerno y, más tarde, en un pintor famoso. La inscripción
que adorna el pozo significa `El herrero que se convirtió en pintor por amor´.
[4] Fiesta
popular al aire libre.
[5] Monsieur
Voiture: en francés significa ´Señor Coche´.
[6] Herr
Dick: en alemán significa ´Señor Gordo´.
[7] Levaba
el chaleco a punto de romperse, a modo de arma, listo para disparar a cualquier
sitio.
[8] Míster
Small: en inglés significa ´Señor Pequeño´.
[9]
Wardatun: en árabe significa ´rosal´.
[10] Herr
Eulen: en alemán, ´Señor Búho´.
[11] Carmen:
típica casa granadina con jardín y huerta.
[12] Empapuciar:
andalucismo que significa empachar.
[15]
Tajamar: dique que contiene el agua. En la Vega de Granada cortaban el
suministro del agua a una finca al cerrarse para permitir el riego a otras.
Hasta hace muy poco podían verse tajamares de hierro en el mismo Camino de
Ronda dentro de la ciudad.
[16]
Buey de agua: granadinismo utilizado por Federico García Lorca que hace
referencia al caudal violento y abundante del agua al salir de un manantial.
[17] Hammán:
´baño árabe´.
http://ganivetelsolitario.blogspot.com.es/2016/12/capitulo-4-midnatt.html
ResponderEliminarHan pasado nueve horas desde que Ganivet comenzó su monólogo interior en Hagemberg
ResponderEliminarGranada está llena de música, es una ciudad para la música. El agua es música en los surtidores, en las fuentes, en las albercas; música contenida en los tajamares, ritmo blanco en los veneros y hervidores de Sierra Nevada, canto misterioso en las alfaguaras, acompasada música en los pilares, música violenta de los bueyes de agua,misteriosas músicas en los baños de la Alhambra, deslizantes músicas en las tazas de mármol de las fuentes, música en flor de los estanques...
ResponderEliminarGranada es una ciudad aromada de música.
ResponderEliminarRecuerdo mis paseos por Amberes, sombrero negro, bastón para aliviar mi levísima cojera, paraguas y una pipa grande. Las ciudades son libros que se leen con los pies.
ResponderEliminarUn home casado nin muller é. Refrán gallego de fácil traducción: Un hombre casado ni mujer es.
ResponderEliminarEl empeño en el casamiento se debe a la lima sorda de las mujeres. Un erre que erre que acabará en una parcela de nada llamada piso. Así el casamiento se convertirá en "pisamiento".
ResponderEliminarLa Gran Vía de Colón fue conocida primero como la Gran Vía del Azúcar.
ResponderEliminarÁngel Ganivet, un genio voluntarioso, antipático y hostil.
ResponderEliminarLa fractura abierta en la pierna de Ángel Ganivet fue tan grave, que se astilló la tibia. El escritor granadino guardó desde entonces en una cajita las esquirlas de sus propios huesos que saltaron en aquella ocasión.
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